Por Marcela Figueroa.-
Dicen que celebramos el Día del Campesino y la Campesina, y claro, es bonito recibir un saludo, un almuerzo o un diploma. Pero la realidad que vivimos día a día es muy distinta a esas fotos que aparecen en las redes sociales.
Imagínese nuestro viaje cotidiano: caminamos kilómetros para alcanzar un bus. Muchas veces vamos de pie, apretados como sardinas, sin siquiera poder respirar. Mujeres que salen de sus trabajos a las seis de la tarde, estudiantes agotados y adultos mayores esperando bajo la lluvia o el sol, mientras los buses pasan llenos y simplemente los dejan botados.
Esa es nuestra realidad. Una realidad que pocos quieren mirar.
¿Eso es felicidad? ¿Eso es justicia? Para mí, eso es discriminación. Es la falta de amor y compromiso de nuestras autoridades, que parecen más preocupadas de organizar fiestas que de entregar soluciones reales a las necesidades humanas.
No queremos más derroches ni promesas vacías. Queremos respeto, un transporte digno y condiciones mínimas para vivir con la tranquilidad que cualquier ser humano merece.
Mientras no abramos los ojos a esta verdad, los homenajes seguirán siendo solo eso: fotos bonitas para la galería.












