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Káiser toma la delantera mientras el oficialismo abandona a Jara y se refugia tras Eveling Mahtey

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En una jugada que ha remecido el tablero político, Johannes Káiser se consolida como el candidato que marca el paso en la carrera presidencial, mientras el oficialismo entra en pánico y da un giro inesperado: dejan de lado a Jara y se alinean tras Eveling Mahtey, en lo que muchos interpretan como un desesperado intento por proteger sus cargos y evitar rendir cuentas ante una eventual victoria de Káiser.

El movimiento ha sido calificado por analistas como “un golpe de realidad en el corazón del poder”. Durante semanas, se habló de unidad y lealtad dentro del bloque, pero las cifras y el temor han hecho lo suyo: los mismos que defendían con fuerza al gobierno, hoy miran con recelo el futuro. No es solo una cuestión de ideología, sino de supervivencia política y judicial.

Fuentes del propio oficialismo reconocen, en voz baja, que el miedo a las investigaciones por corrupción y mal manejo de fondos públicos pesa más que la lealtad partidista. “Nadie quiere quedar fuera si gana Káiser; saben que él no tendrá piedad con los que se robaron el país”, afirmó un dirigente cercano a La Moneda que pidió mantener el anonimato.

Mientras tanto, en el comando de Káiser reina la confianza. Sus últimos discursos han apuntado con fuerza contra la “vieja política”, prometiendo mano dura contra los abusos, las redes de corrupción y los privilegios del poder. Sus palabras han calado hondo en una ciudadanía cansada de ver cómo los mismos rostros se protegen entre sí, mientras la gente enfrenta alzas, abusos y un sistema cada vez más desgastado.

El giro del oficialismo hacia Eveling Mahtey se ve, entonces, no como una estrategia ideológica, sino como una maniobra de defensa. “Ellos saben que Káiser no va a negociar con quienes dañaron al país”, comenta un analista político independiente. “El miedo a perder sus trabajos o enfrentar juicios por irregularidades está detrás de cada movimiento que vemos”.

En este escenario, la campaña entra en una fase decisiva: Káiser crece, Mahtey se convierte en la carta del miedo, y Jara queda relegado al olvido político.
Chile asiste a un momento crucial, donde los discursos de cambio dejan de ser promesas y comienzan a mostrar consecuencias.
El país observa, y la clase política tiembla.

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