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Chile: El Desgaste de la Izquierda en el Poder y el Laberinto Político Actual

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Por: Salvador Maldonado

El panorama político chileno ha estado marcado, en las últimas décadas, por un péndulo que oscila entre la ilusión de reformas y la cruda realidad de la ineficiencia. La izquierda, con su retórica de justicia social y equidad, ha tenido múltiples oportunidades para demostrar su capacidad de gobernar, pero una y otra vez ha terminado atrapada en sus propias contradicciones.

Los gobiernos de izquierda en Chile han promovido ambiciosos programas que, en el papel, parecen responder a las necesidades de las mayorías. Sin embargo, el resultado ha sido un aparato estatal sobrecargado, ineficaz y plagado de corrupción. Las promesas de acabar con la desigualdad han terminado por consolidar nuevos privilegios dentro de su propia élite política, mientras las bases que dicen representar siguen sumidas en la incertidumbre económica y la precariedad.

Uno de los mayores fracasos de la izquierda ha sido su enfoque económico. En un país dependiente del cobre y de una economía abierta, las políticas de aumento del gasto público y la sobrerregulación han generado desconfianza en la inversión privada. La fuga de capitales, el aumento del desempleo y la inflación son síntomas de una gestión basada en la ideología más que en la pragmática realidad. La izquierda chilena ha caído en la trampa de creer que el Estado es la solución para todo, cuando en realidad, un aparato estatal gigantesco solo ha servido para profundizar la burocracia y entorpecer el crecimiento.

La crisis de seguridad es otro punto clave. Mientras el crimen organizado se expande y la delincuencia se vuelve más violenta, la izquierda persiste en discursos garantistas que protegen más a los delincuentes que a los ciudadanos. La falta de apoyo efectivo a las fuerzas del orden y la permisividad frente a grupos radicalizados han convertido ciertas zonas del país en territorios sin ley, donde el Estado simplemente ha renunciado a su deber de proteger a los ciudadanos.

A nivel social, la izquierda ha intentado imponer una agenda identitaria que muchas veces choca con los valores de la mayoría. En lugar de centrarse en mejorar la educación, la salud y el empleo, ha preferido dividir a la sociedad con debates ideológicos que poco contribuyen a solucionar los problemas cotidianos de la gente.

La última gran derrota de la izquierda chilena fue el fracaso del proceso constituyente. Con dos intentos de redactar una nueva Constitución, ambos rechazados por la ciudadanía, quedó en evidencia que sus propuestas no representan a la mayoría del país. Insistir en una narrativa de refundación y en modelos fracasados en otras partes del mundo solo demuestra su desconexión con la realidad nacional.

Chile necesita un gobierno que entienda que el desarrollo no se logra con eslóganes ni con medidas populistas. El país requiere orden, seguridad, estabilidad económica y un Estado eficiente que facilite el crecimiento, en lugar de ahogarlo con regulaciones innecesarias. La izquierda ha demostrado, con creces, su incapacidad para lograr esto. Es hora de mirar hacia otros horizontes y recuperar la senda del progreso con políticas responsables y realistas.

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