Por Salvador Maldonado
La Navidad se aproxima y, con ella, el aguinaldo de fin de año que el Estado entrega a los pensionados. Este 2024, el monto alcanza los 27.884 pesos, un beneficio que, aunque bien recibido, resulta insuficiente para enfrentar las necesidades de una fecha tan cargada de expectativas.
Este dinero, que para una persona puede ser útil para pequeños gastos, se convierte en una gota en el océano para familias con varios integrantes. Comprar una cena navideña, regalos modestos o simplemente cubrir las alzas de fin de año parece un desafío imposible con esta suma.
El problema de fondo es más profundo: las pensiones actuales en Chile. Para millones de adultos mayores, estos pagos mensuales apenas alcanzan para cubrir lo básico. En lugar de una vejez tranquila, muchos deben estirar cada peso como si fuera el último, haciendo magia con presupuestos que no dan para vivir dignamente.
La entrega de aguinaldos navideños no deja de ser un gesto valioso, pero su monto refleja una realidad innegable: las políticas sociales siguen siendo insuficientes frente a las verdaderas necesidades de la población. No se trata solo de una ayuda simbólica; se trata de reconocer que los adultos mayores merecen algo más que un “moco”, como muchos con ironía lo llaman.
Chile enfrenta un desafío histórico: reformar un sistema de pensiones que ha sido motivo de crítica por décadas. Es hora de que los gobernantes piensen más allá de los bonos y aguinaldos esporádicos. Lo que los ciudadanos necesitan es un sistema sólido, que garantice una vida digna, sin depender de parches que, aunque bien intencionados, no logran aliviar el peso de una realidad económica apremiante.
Que esta Navidad sea un momento para reflexionar sobre cómo queremos tratar a quienes han dado tanto por nuestro país. Porque no se trata solo de un bono; se trata de devolverles la dignidad que tanto merecen.
